Crítica: El Guasón 2 (Joker: Folie á Deux) Vimos la peli y te la contamos

Crítica: El Guasón 2 (Joker: Folie á Deux) Vimos la peli y te la contamos

La historia canónica de Batman nos dice que el pequeño Bruce Wayne, un niño que lo tenía todo, vio como sus padres eran asesinados brutalmente, víctimas de un atraco en un callejón. Bruce decide abrazar la oscuridad y la usa para ayudar a los demás, convirtiéndose en Batman. En otras palabras, este personaje, producto de la fantasía, nos enseña cómo los traumas deben ser sublimados, convertidos en algo asociado a la vida, al cuidado, al servicio y a la luz. Eso es quizás lo que hace que Batman siga capturando la fascinación de los lectores de cómics (cada vez menos), los cinéfilos, los televidentes y los amantes de los videojuegos (cada vez más).

La secuela de Joker dirigida por Todd Phillips, Folie à Deux, es otro ejemplo de cómo los musicales, tradicionalmente una vía de escape hacia mundos de fantasía, intentan alejarnos de la cruda realidad. Sin embargo, en este caso, el uso del musical se siente más como un recurso narrativo hueco que no logra cumplir su promesa. En lugar de llevarnos hacia una realidad alternativa o proporcionarnos una pausa emocional, la película nos arrastra más profundamente en la oscuridad psicológica de sus personajes, sin ofrecer una luz al final del túnel.

El musical es una herramienta poderosa para crear ilusiones, permitiendo al espectador soñar con mundos donde los problemas se resuelven con una canción o un baile. Pero aquí, los números musicales se sienten como una distracción de una realidad dura e implacable, sin la capacidad de aliviar la carga emocional de los personajes. El personaje de Arthur Fleck (¿Joker?) encarnado por Joaquin Phoenix, no usa la música para escapar de su propio dolor; en cambio, se queda atrapado en su trauma, pasmado e incapaz de moverse hacia adelante. La película refuerza esta pasividad al presentarnos a un Joker que abraza su oscuridad, pero sin la fuerza ni la determinación de hacer algo más que ser testigo de su propio deterioro. Ahora, con la ausencia del Caballero Oscuro, la película se queda sin una figura de contraste, sin un rayo de esperanza.

El personaje de Lady Gaga, Harleen Quinzel (¿Harley Quinn?), podría haber sido esa chispa de vitalidad, pero se siente igualmente atrapada en la espiral depresiva de la película. Su interpretación es buena, sí, pero también profundamente desconcertante, y su química con Phoenix no hace más que acentuar la autocomplacencia trágica en la que ambos personajes parecen revolcarse. Harley, en lugar de ser un complemento o contrapeso al Joker, parece reflejar su desesperanza, creando un círculo vicioso de angustia emocional. En este sentido, Gaga nos muestra su talento, pero la narrativa le da pocas oportunidades de desarrollo, como si la película no supiera qué hacer con el potencial de la protagonista de Nace una estrella.

La falta de Batman se siente profundamente en Folie à Deux. En otras historias del universo de DC, como la serie de The Penguin, la ausencia de un héroe que represente la justicia y la esperanza debilita la narrativa y glorifica al villano, algo de lo que también sufren las películas de Marvel con los villanos de Spider-Man como VenomMorbius Madame Web. Sin El Hombre Murciélago, los relatos del Guasón y el Pingüino caen en un vacío, presentando a villanos que, sin una verdadera némesis, no tienen propósito más allá de su propia maldad, mezquindad o desesperación. Esto no solo despoja a los personajes de un conflicto esencial, sino que también deja a los espectadores sin una dirección moral o emocional clara. ¿Qué nos queda cuando la única opción es abrazar la locura?

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